Me acuerdo de Joe Brainard

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Supe de este libro por un artículo. Lo cierto es que no lo conocía a pesar de mi afición a Georges Perec que, seducido por él y lo que de puzzle anárquico y aparentemente inconexo tiene, escribió su Je me souviens. El artículo despertó en mi vivamente las ganas de leerlo. Y así hice.

     Joe Brainard era un artista multidisciplinar, de lo más contemporáneo. Se codeó con las vanguardias literarias y artísticas de su generación y de su país. Desde pequeño fue alumno aventajado en artes -esta sensibilidad le venía de familia- y su dedicación fundamental no fue en absoluto la literatura, sino las artes plásticas en las que hizo de todo -pintura, collages, diseño, escenografía…-, si bien cuenta en su haber con un personaje, una especie de Mafalda bastante más perversa, que no necesariamente más mordaz, llamada Nancy, de la que se sirve a su antojo tanto en tiras de cómic, como en composiciones paródicas, críticas y provocativas

     Por lo que pone en todas las coletillas que publicitan esta obra, Paul Auster quedó muy gratamente sorprendido por la originalidad del libro y seguro que muchos autores (tiene muchos émulos) se tiraron de los pelos por no haber caído en la cuenta de lo sugerente que resulta la idea de desgranar los recuerdos con el nostálgico y personal ritornelo de “Me acuerdo”. Y así es. En un pretendido o no caos, une Brainard desde las marcas que acompañaron su infancia y juventud -son los tiempos de Wharhol y sus latas Campbells, retratos de Marilyn, etc.- hasta sus recuerdos inocentes, íntimos e incluso, algunos, escabrosos, otros culpables; desde los olores, hasta las reflexiones más ingenuas; los cotilleos, o las más precisas y nunca largas evocaciones. Y todo en absoluta libertad -peligro que bordea y supera-. A veces se acuerda de lo que más se acuerda y otras añora sensaciones que ha olvidado. La imagen global, con sus pequeños trazos y recortes esparcidos, es suficientemente homogénea y, aunque a mi, por momentos, sus referencias me resultan ajenas -poco que ver su infancia y juventud en Oklahoma o Nueva York, con esta España nuestra de aquellos años-, al final, casi que te gustarían unos cuantos “me acuerdo” más de Joe Braynard. Un pequeño, pero significativo ejemplo:

     Me acuerdo de algunas experiencias sexuales precoces y de las rodillas desolladas.    Estoy convencido de que el sexo es ahora mucho mejor que antes, pero echo de menos las rodillas desolladas.

     Hay libros que te llevan a otros libros, hay libros que te hacen pensar, otros que te hacen olvidar… Este, inevitablemente, por momentos, te lleva a recordar y hasta te tientan las ganas de hacer tu propio albarán de recuerdos. Es quizá la frescura de un artista que no reconoce fronteras entre las artes y que incorpora la poesía como una forma de pintar su memoria.   Es un buen libro, una hamaca, sol, una buena copa a la diestra (o casi mejor a la siniestra) y un cuadernillo o, sencillamente, una paradita reflexiva, nostálgica o vete tú a saber de qué tipo. O un sofá, una chimenea, lluvia, una buena copa…

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