La autora le da voz a una mujer de cincuenta y cinco años que nos cuenta la crisis que padeció tras saber que su esposo, Boris, después de treinta años de convivencia, necesitaba una pausa ( la Pausa tenía nombre, aunque nunca lo sabremos, y veinte años menos). Después de un breve internamiento por un “Trastorno Psicótico Transitorio”, se traslada a Minnesota, a una casa alquilada en la ciudad donde nació, próxima al apartamento para gente mayor donde vive su madre. Allí también consigue unas clases de poesía para niños, que resultan ser todas niñas. Nos informa de todo esto al principio, a continuación nos habla de su psiquiatra, que la sigue atiendo por teléfono; de su hija que vendrá a verla y está en contacto con Boris; de los cisnes -así es como llama a la madre y sus amigas, octogenarias las más jóvenes-; de la vecina y sus hijos Flora y Simón; de sus alumnas; de alguien con quien establece una correspondencia anónima y que firma como Don Nadie… Intercala sus estados emocionales, algunos recuerdos, .A medida que avanza, sus penas van estando menos presentes y van progresando las historias del entorno. Un mundo de mujeres: unas, adolescentes -brujas-, otras, en sus años finales y en el medio la narradora, su hija, y Lola la vecina con su pequeña Flora. Durante ese verano, pasa la vida, sin acritud, con los pequeños y trágicos acontecimientos que acompañan a edades tan extremas -adolescencia y vejez- de una clase acomodada. Y así transcurre también la novela. A favor, la intuición de un mundo secreto y creativo tras un vida femenina cualquiera, la tenaz rebelión que bulle dentro de cada una de las mujeres. Y un ágil e interesante cambio de registro en el que, por momentos, apela al lector; hacia el final, se rebela contra algunas premisas establecidas -el tiempo-; otras, reflexiona partiendo de lo particular, su propia vulnerabilidad por ejemplo, y se explaya en disquisiciones, ágiles en general, pero que aumentan la información, diversifican aún más el relato; por un lado lo eximen de profundidad, y por otro le restan la naturalidad y la frescura de la que hace gala en algunas partes. Un tono monocorde a pesar de la diversidad de personajes. Lo cuenta bien, es todo correcto, a veces tiene cierta gracia -de ahí a tacharla de comedia…-, da noticias interesantes, aborda situaciones complejas y lo enfoca con una mirada inteligente (presión del grupo en las adolescentes, los distintos tipos de soledad femeninos, etc.), pero no termina de cuajar -por lo menos a mi no me lo parece-. Aunque se intuye un tono firme en algunas partes, da la sensación de que no es ese el que quiere potenciar la autora y el otro, el otro todavía lo tiene que desarrollar o aquí no llegó a afinarlo.