Marguerite Duras publicó El dolor en 1985. Hay una buena edición en la editorial Alba. Está dividida en 2 partes. La primera, que es la que da nombre al libro, recoge un diario que la autora dice no recordar haber escrito. Dice incluso no entender cómo pudo escribir acerca de algo que aún le cuesta nombrar y que le espanta releer. Y lo dice, lo cuenta en 1985, en esta obra extraña y fragmentaria, relatada con los pecios que quedaban por rescatar para dar por saldados algunos relatos -tal vez cuentas- pendientes con aquella Segunda Guerra Mundial vivida y sufrida en plena juventud -desde los 25 a los 31-. La segunda parte la forman cinco relatos también situados en el mismo periodo.
Ese diario, que adopta esa misma forma en el relato, corresponde a la espera del regreso de Robert Antelme, L. en la obra, preso en uno de los campos de concentración nazi. Antelme era su marido y el padre del hijo fallecido al nacer -la obra se sitúa en 1944 y perdieron al niño en 1942- y la espera era en un París que despertaba liberado de los nazis, mientras Berlín ardía, Alemania caía y De Gaulle, Laudateur de la droite par definition, se centraba en su futuro de gloria, al amparo de los Estados Unidos, y omitía y eludía el sufrimiento de las víctimas. Quizá la respuesta a su Les jours des pleurs sont passés. Les jours de gloire sont revenus*, sean estos 6 relatos tardíos. Era también mientras esperaba el regreso de L para separarse de él -eso no lo cuenta- y acabarse casando con otro de los actores del diario, D -esto tampoco lo cuenta-. Las imágenes y las formas del dolor. El dolor de la espera, el dolor más grande ante la incertidumbre, ante la alegría ajena, ante la esperanza general. Y también el de la derrota, Y el del enemigo. La imagen de L. a su regreso. Su terrible aspecto. Terrible, ajeno, repulsivo… Su distinta forma de estar. El dolor de la lejanía. Todo en ese estilo en ocasiones breve, conciso, preciso, poético y secamente reiterativo. En ocasiones reflexivo, deslizándose a lo filosófico, a lo político y de nuevo a lo poético. A la dimensión del crimen, Marguerite suma una descarnada y nada condescendiente exposición de las condiciones en que L llegó, su terrible lucha por sobrevivir, su prosaica y sórdida lucha por volver al mundo de los vivos.
En El señor X, aquí llamado Pierre Rabier, ella misma cuestiona la necesidad de retomar esta historia, pero lo hace y es de nuevo la voz de Marguerite Duras la que conduce el relato, igualmente en primera persona. Para ello opta por utilizar el presente y eso intensifica los contradictorios sentimientos que este hombre despierta en ella. Pierre Rabier está basado en un tal Charles Delval, agente de la Gestapo que detuvo a L.. Entre ambos se establece una relación de poder en la que ella es la parte débil, mas, frente a las duras emociones de dependencia, miedo, derrota, vergüenza, etc. que el trato con este individuo le provoca -emociones nunca exentas de contradicciones- retrata un Rabier ridículo, pueril y muy solo, transmite una imagen cruel y patética –J’ai beaucoup de mal a lui décrire son imbécillité essentielle. Celle-ci l’enveloppe tout entier.**-. Un pequeño Eichmann igualmente banal y algo sádico
En los dos relatos siguientes, Albert de las Capitales y Ter el miliciano, Thérèse se convierte en el alter ego de Marguerite y se enfrenta a la victoria sobre el enemigo, y sobre los y las colaboradoras. Una dura interrogadora o una empática acompañante. El intenso dolor del primer relato y aun del segundo, sale del primer plano y nos paseamos por los entresijos de la Resitencia y las nuevas realidades. En los 2 últimos la autora desaparece y son 2 historias breves, situadas igualmente en el mismo punto: el miedo (en la retirada o durante la ocupación) y cargadas de la tensión de quien espera algo terrible e inminente, algo que puede que pase, que va a pasar…
Un obra en el dolor y desde el dolor con distintas perspectivas. Dicen que Duras cambia la realidad vivida y hubo quienes le recriminaron el tratamiento de Robert Antelme. A mi eso no me interesa. Trata un periodo pequeño, enfoca aquello desde otro punto de vista, el suyo, siempre irreductiblemente personal y quizá pueda parecer que menor frente a tanta épica de la historia, pero no es así. El regreso de las víctimas, la recuperación de todo lo que se ha perdido, la mirada al colaborador, al alemán, al superviviente… No son los campos de concentración el eje que cruza es libro, sino la llaga creada en la sociedad civil, una llaga sangrante y purulenta, incluso fétida, que hay me mirar, en la que hay que hurgar y Marguerite Duras lo hace. La seule reponse à faire à ce crime est d’en faire un crime de tous. De le partager. De même que l’idée d’égalité, de fraternité. Pour le supporter, pour en tolérer l’idée, partager le crime.***
* Los días de llanto han pasado. Los días de gloria han regresado.
** Me cuesta mucho describirle su imbecilidad esencial. Esta lo envuelve todo entero.
*** La única respuesta a dar a este crimen es hacerlo de todos. Compartirlo. Como la idea de igualdad, de fraternidad. Para soportarlo, para tolerar la idea, repartir el crimen
No conozco la edición de Alba; tengo (o debo de tener) una de Plaza&Janés de año la tana. La he buscado un poco, pero enseguida he perdido la paciencia así que no sé si la traducción es la misma o no. Hace tantos años que lo lei que casi no lo recordaba; ahora algo sí, con lo que has escrito. Quizá aparezca; quizá lo lea entonces. Quién sabe.
Te lo dejaría, pero está en francés. El que tengo en castellano es el de Antelme, «La especie humana».