Cuenta Marguerite Duras al final de su narración El dolor que L., Robert Antelme, una vez escrita, impresa y editada La especie humana «… no vuelve a hablar de los campos de concentración alemanes. No pronuncia nunca esas palabras. Nunca más. Nunca más tampoco el título del libro.» La escribió de un tirón, llevado claramente por un ansia íntima, la misma que le impulsó, enfermo, exhausto, moribundo, a contar y contar sin parar a los dos compañeros que lo fueron a buscar y lo sacaron de Dachau, su relato, su relato terrorífico y reivindicativo, reivindicativo de la pertenencia de todos y cada uno a una sola especie humana a pesar de la voluntad nazi. Si era una convicción, una necesidad o un deseo, que lo valore cada cual.
Este libro no es literatura. La única figura literaria que compete a Antelme es la de L. que conduce y cataliza el personal relato de Duras casi cuarenta años posterior al de su entonces marido. La especie humana responde a una necesidad personal del autor o, más que del autor, del superviviente, del ser humano que busca subvertir la finalidad de los SS de acabar con determinados grupos de prisioneros negándolos como hombres. El casi memorándum está dividido en 3 partes. La primera describe el traslado desde Buchenwald a un Kommando del campo de concentración de Gandersheim donde el trabajo se desarrolla sin un objetivo definido, bien al aire libre del frío y lluvioso invierno trasladando tablones, bien en la fábrica suministrando material de guerra que al final no llega ni sirve al propio ejército alemán. Analiza el perfecto funcionamiento de la maquinaria nazi que parte de una premisa fundamental: «Les niega como hombres, luego no hay relaciones humanas». Y lo cierto es que el desarrollo de la narración de los acontecimientos confirma la efectividad. Si en la primera parte hay nombres con recuerdos, circunstancias personales, atisbos de humanidad en algunos -pocos- «rehenes» alemanes o del bando alemán, a medida que la guerra se va acabando, que la derrota germana va demostrándose más inexorable, a medida que han de huir conducidos por sus carceleros, la identidad se va perdiendo. «La jaula de huesos es débil, ya casi no tiene carne encima». Desde su aún presente compromiso político analiza los mecanismos que hacen girar las relaciones en ese entorno. La presión y la denuncia necesarias de unos -los presos comunes alemanes, los que entienden su idioma, los cocineros, los que saben un oficio…-, el hambre, la enfermedad, la falta de higiene… «La conciencia de clase, el espíritu de solidaridad son la expresión de cierta salud que aún conservan los oprimidos.» No ahorra los sufrimientos, el infierno en la tierra, un infierno en el que «… el SS no sabe que al mear uno se evade», un infierno en el que el preso acaba convertido en un ser indefenso reducido a sus necesidades físicas, a sufrir y pelear por soportarlas, un infierno donde la muerte proviene muchas veces del azar. La segunda parte, La carretera, es el repliegue de las fuerzas alemanas con los prisioneros que sobreviven al inmisericorde traslado hasta Dachau. Aquí los pocos con algún signo de identidad se van muriendo, perdiendo, desapareciendo. No obstante Antelme se aferra a la pertenencia a una sola especie, la humana, a la que los SS cuestionan y quieren cambiar. Pero el político humanista que Antelme consigue mantener vivo no se rinde: «… El poder del verdugo tan solo puede ser un poder más del hombre: el poder de matar. Él puede matar a un hombre, pero no puede transformarlo en algo distinto». El final es la espera por los vencedores y es también el anonimato. La soledad de cada uno con su cuerpo destrozado, su dolor, sus fluidos, sus piojos que forman parte de la ropa y de la carne…
Un libro tremendo. Más parece una pulsión de Antelme por vivir, por sobrevivir, ese invocar a nuestra especie, mientras describe con precisión e impiedad cada una de las iniquidades y abyecciones a las que vivieron sometidos. Y más parece, por Gaza, por Siria, por tantos sitios, que los campos de exterminio, únicamente, se están rediseñando, aunque somos solo la especie humana. No sé, lo mismo sería un alivio saber que hay otra.
Qué gran texto recomiendas y de qué modo logras meternos en él a partir de tu entrada. Lectura necesaria, sin duda.
Saludos
Gracias Julia. Como bien dices, es un libro necesario. Y duro y descarnado.