En principio me tiran para atrás los premios Planeta, pero esta vez, por motivos que no vienen al caso, he decidido leer Hombres desnudos. Y, por cierto, me ha gustado mucho la portada, muy acorde con la cáscara amarga que nos va envolviendo día a día, con el agrio interior de unos personajes que se entrecruzan, que se atraviesan en esta obra tan del presente.
El peso de la narración recae sobre dos voces principales: Irene, una hija de papá -radicalmente pues además de ser hija única también es huérfana de madre-, empresaria de pro y habituada a mandar y ganar, que es abandonada por su marido. Ella es orgullosa, práctica, antisentimental, desconfiada. Javier, un profesor de literatura, buen chaval, acomodaticio, sin grandes aspiraciones en la vida -un hogar tranquilo, algo de dinero y sus libros- que pierde su precario trabajo. Conforme a los cánones más extendidos, diríase que se han intercambiado los papeles. Gracias Alicia Giménez Bartlet. Cada uno de ellos tiene su contrapunto dentro de su propia esfera económica. Irene tiene a Genoveva -mujer adinerada que abandonó a su marido por aburrimiento y también por un joven musculoso- que le sirve para salir del círculo de parejas de alto standing al que ambas pertenecen y Javier tiene a Iván con quien comparte orfandad y unas difuntas abuelas que fueron amigas, y que intenta echarle una mano para que pueda ganarse la vida.
No es una novela negra, pero es una novela oscura. La trama progresa con un telón de fondo actual perfectamente trazado a través de los diálogos y de los monólogos de los dos principales motores, Irene y Javier, pero también de sus adláteres. El macarra Iván y el “romántico” Javier, el vividor sin prejuicios, de asombrosa inteligencia natural, con una capacidad de adaptación envidiable y un machismo muy sui géneris, y el progre Javier, respetuoso de las formas, formado para un trabajo intelectual poco rentable, un trabajo integrador en una sociedad inexistente y, para su sorpresa, tanto él como su excompañera, cargado de prejuicios burgueses -como esta sociedad actual, ácidamente burguesa, pequeñoburguesa, cada vez más pequeña y menos burguesa-. La vivalavida Genoveva y la reprimida Irene. Ambas sin problemas económicos y, no sé si por lo tanto, pero sí a la postre, sin problemas morales, agresivas, decididas, cada una hipócrita a su manera y a sus muy diferentes maneras, cínicas. Una voluntariamente separada buscando lo que quiere, Irene aprendiendo a buscar, buscando lo que quiere, despertando a un mundo desconocido. Como Javier, pero desde otro lado.
Alicia Giménez Bartlet juega con los roles, modifica los estándares, mal que nos pese, más comunes y aceptados de lo que quisiéramos sobre todo en el discurso general. Pero hay que llegar hasta el final, donde género y clase chocan, aunque no abiertamente, o ¿si? Una buena novela donde a la autora no se la ve, no se la oye, estando como lógicamente ha de estar, en cada decisión de la trama, en cada pliegue de los actuantes. Vale la pena acercarse a este premio Planeta y además comentarlo.