Antología del mar en la literatura de Emilio Barrenetxea

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Vaya por delante que soy arte y parte de este proyecto editorial, lo que deja claro que no puedo ser imparcial, sino profundamente parcial, pero también que si me involucré, fue porque me pareció un proyecto, no ya interesante, sino apasionante. Y soy, pues, más parte que arte, dado que mi tarea ha sido tan trivial como la corrección y edición y, como correctora he de decir que en general, a la tercera lectura del libro que sea que tenga entre manos, el aburrimiento comienza a hacer mella en mí, sin embargo, en esta Antología -que por otro lado es, quizá más o también, un diccionario de autoridades- he de proclamar que ha sido un placer y que aún ahora lo consulto, lo busco, lo miro con deleite y con mucha satisfacción. Palabras, significados, literatura, mar… Mentiría si no confesara que cada vez que llegaba a algún libro de Conrad, de Stevenson, Melville… tenía que ir al diccionario –bueno, o la web, que los tiempos ya han cambiado-. Es cierto que a fuerza de leer y buscar he ido incorporando a lo largo de mi vida hermosas y sugerentes palabras: cornamusa, tajamar, pecio, derrelicto, trinquete, mesana…, pero había y hay otras, más técnicas, más específicas o menos frecuentes, cuyo significado se me olvidaba de una vez a la siguiente. 

      El autor, marino, buzo, librero, poeta, narrador, cuentista, cocinero, hortelano, etcétera, etcétera (a veces las palabras hay que escribirlas enteras para que sean más expresivas), ha volcado su memoria y buenhacer para guiarnos en este proceloso mar del lenguaje en una doble aventura de descubrir significados y posibles periplos para afectos a la mar o a la literatura. Dice el simpar Emilio Barrenetxea de la dificultad de comprensión que algunos términos marineros suponen para el lector no avezado en este mundo tan rico y tan hermoso, tan literariamente aventurero y vitalmente difícil. Cuenta muy bien en las presentaciones la necesidad que había -e imagino que sigue habiendo, si bien los barcos de ahora no son aquellos de madera, están más automatizados- de llamar a cada instrumento, cabo, vela, etc. por su nombre exacto -y no hay más que leer uno de los muchos libros citados por él, por ejemplo, El negro del Narcissus, para darse cuenta de que sí, de que en plena tempestad, cuando el capitán ordena, por ejemplo, izad la boneta, no hay lugar para el error-. Así Emilio procede a definirnos primero el vocablo elegido para después iluminarlo con un párrafo de su elección ¿Quién mejor que Conrad para hablarnos de las partes del ancla, del inhóspito puerto que fue Londres? ¿Quién como Shakespeare para abrirnos el significado de la escueta y mágica palabra “mar”? ¿Dónde mejores historias de piratas que en Defoe, Stevenson…? Y más, muchos más autores, antiguos y actuales: Ignacio Aldecoa, Novás Calvo, González de Vega, O’Brian…

      Como muestra el siguiente botón, probablemente el más sencillo y, quizá por eso mismo, el más profuso, al cual acompañan tres textos -difícil quedarse solo con uno-: 

Mar.                  El conjunto o gran masa de agua que rodea las tierras del planeta en sus continentes e islas. En la geografía e hidrografía, para facilitar la inteligencia de las descripciones, se considera dividido el mar en partes que toman un título particular adecuado al lugar que estas partes ocupan en el planeta, como Mediterráneo, Atlántico, Cantábrico, Pacífico, Mar del Japón, etc. También se pueden distinguir los mares por sus calidades, como navegable, insondable, borrascoso, etc.; y por sus condiciones puntuales, como calmo, tendido, arbolado, de fondo, de capillo, etc. Asimismo, podemos definir el mar por su posición respecto del buque, como, por ejemplo, de popa, de proa, de través, etc.; y de la misma forma, lo podemos nombrar según los flujos y reflujos de este, así como podemos decir que la mar crece, mengua, entra o sale, sube o baja, etc.

El mar –esta es una verdad que debe reconocerse– carece de toda generosidad. No se sabe de ningún alarde de cualidades viriles –valor, audacia, entereza fidelidad– que haya conmovido jamás su irresponsable conciencia de poder. El océano tiene el temperamento falto de escrúpulos de un autócrata salvaje malcriado por la mucha adulación. No puede soportar el menor desafío, y no ha dejado de ser el enemigo irreconciliable de barcos y hombres desde que los barcos y los hombres tuvieron la inaudita osadía de echarse a navegar juntos pese a su ceño.

Joseph Conrad. El espejo del mar, Hiperión, 1997.

LUDOVICO: –¡Oh perro espartano, más cruel que la angustia, el hambre o el mar! ¡Mira el trágico fardo de este lecho! ¡He aquí tu obra! Este espectáculo emponzoña la vista. Cubridlo. Graciano, guardad la casa y coged los bienes del moro, pues le heredáis. A vos, señor gobernador, incumbe la sentencia de este infernal malvado. Fijad el tiempo, el lugar, el suplicio. ¡Oh, que sea terrible! Yo voy a embarcarme inmediatamente, y a llevar al Estado, con un corazón doloroso el relato de este doloroso acontecimiento.

William Shakespeare. Otelo, acto V, escena II, Aguilar, 2003.

Ahora miraba el mar con otros ojos. Lo sabía capaz de traicionar el generoso ardor de la juventud tan implacablemente como, indiferente al bien o al mal, habría traicionado la más vil avaricia o el heroísmo más noble. Mi concepto de su magnánima grandeza había pasado a mejor vida. Y veía el verdadero mar, el mar que juega con los hombres hasta descorazonarlos y desgasta resistentes barcos hasta matarlos. Nada puede conmover la meditabunda amargura de su alma. Abierto a todos y a nadie fiel, ejerce su fascinación para perdición de los mejores. Amarlo no es buena cosa. No conoce el vínculo de palabra dada, ni fidelidad a la desgracia, a la vieja camaradería, a la prolongada devoción. La oferta de su eterna promesa es espléndida; pero el solo secreto de su posesión es la fuerza, la fuerza; la celosa, insomne fuerza del hombre que guarda bajo su techo un tesoro codiciado.

Joseph Conrad. El espejo del mar, Hiperión, 1997.

Y qué voy a decir: muy recomendable. Imprescindible para amantes de la buena literatura y de los diccionarios.

Emilio SCQ

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4 comentarios en “Antología del mar en la literatura de Emilio Barrenetxea

  1. Cómo me ha gustado tu comentario. A mi me está siendo de mucha ayuda ya que no soy muy ducha en estos términos marineros pero si me gusta leer libros que hablen de esa mar benévola y traicionera pero siempre maravillosa, que nos rodea.

    • Soy lenta para responder. Tengo mis prevenciones con estos adminículos que en cuanto te despistas estás todo el día pendiente de ellos. Gracias Asun, yo también lo uso. Era un libro necesario.

  2. Pingback: Antología del mar en la literatura - Los libros de Rocamadour

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