Con 21 años Agota Kristof cruzó la frontera de Hungría a pie con su hija de cuatro meses y marido, su profesor de Historia, quien había participado en las revueltas antisoviéticas de 1956. Por motivos ajenos a su voluntad, acabaron en la zona francófona de Suiza. ¡Tiempos aquellos de acogida y distribución de refugiados!
Habíamos dejado a Lucas y Claus a punto de separarse para cruzar uno de ellos la frontera a costa del cadáver de su padre. Desde el primer capítulo sabemos que el que se quedó fue Lucas, lo cual, en última instancia, es irrelevante pues no había distinción entre uno y otro en El Gran Cuaderno. La prueba no es un diario, es una novela salpicada de derrotas en una guerra constante interior o exterior. Ocho capítulos en los que la narradora sigue a Lucas que no sabe como continuar viviendo. Tras perder pie, recupera sus hábitos -la casa, la huerta, la armónica…- y va entrando en relación con otros perdedores cuyas historias se recogen con mayor o menor detalle. Interfiere en la vida de otros -los más despojados, los que están al margen, los que tienen en contra al poder establecido, los que lo pueden tener y viven ocultos dentro de él- y se implica en la vida de algunos. Persevera en seguir escribiendo su cuaderno para que Claus lo lea a su regreso, aunque no sabe nada de él. Se compromete a pesar de seguir sin saber lo que significa la palabra amor. No habla él, pero Lucas sigue siendo un personaje ajeno a la expresión de sus afectos o desafectos, sin embargo Matías, un niño tullido fruto del incesto, canaliza su necesidad de sentir; Clara, un víctima inestable de la sinrazón política, su pulsión sexual con tintes también incestuosos; en su soledad, se relaciona con personas solas, abandonadas, ultrajadas, mas él también deja sus muertos y arrastra los esqueletos cuyas vidas parece seguir buscando. Mención especial merece la peripecia de Victor –el librero- cuya obra debería valerle la salvación. Je suis convaincu, Lucas, que tout être humain est né pour écrire un livre, et pour rien d’autre. Un sorprendente halo de bondad -tenue, delicado- guía a Michel, el vecino de enfrente y sus dos historias de amor.
Los cadáveres se reflejan de un libro a otro, los y las heridas también y al final, con el regreso de Claus, todas las realidades tan objetivamente trazadas en ambos libros quedan en cuestión con un papel oficial.
Todavía queda “La gran mentira”
Vaya, no he leído aún este libro, y mira que el primero me dejó medio lelo. Vale: mañana lo compro, que aún soy casi rico.