A Verity Bargate, su nacimiento como novelista y el diagnóstico de un cáncer le coincidieron en el mismo año, 1978. Ella siempre pensó que, como su madre, moriría a los cuarenta y no se equivocó, pues murió dos meses y veinte días antes de cumplir los cuarenta y uno. Cuando tenía cuatro años sus padres se divorciaron y su madre se marchó a Australia de donde retornó a los cuatro años, casada de nuevo con un doctor de la RAF y Verity pasó los siguientes años en internados y casas de vacaciones. Fue enfermera, pero no se sentía capacitada para ello, después trabajó para una empresa dedicada al análisis de los medios de comunicación y, finalmente, con su primer marido creó el Soho Teather y tuvo dos hijos varones -uno de ellos llamado Thomas Orlando, como el recién nacido de Jodie, la protagonista de esta breve e intensa novela-. Su matrimonio duró del 70 al 75. A continuación ella tomó las riendas del teatro con un espíritu libre y abierto que dio cabida a gente como Bob Hoskins, Hanif Kureishi o Caryl Churchill y, apoyada por el que sería su nuevo esposo dos meses antes de morir, Keeffe Bargate. comenzó a escribir. Dejó tres novelas, ésta fue la primera. A ver si tenemos suerte y Alba se anima con las otras: Children crossing y Tit for tat.
Una mujer nos narra en primera persona la sensación de vacío vivida desde el momento en el que cogió en brazos a su segundo hijo. Otro varón. ¿La depresión postparto? Puede que sí, no necesariamente. Además de madre, es esposa, hija, amiga, sin hablar de ama de casa, compradora, etc. pero sobre todo es mujer y nos va a narrar un proceso de huida de la realidad, eso puede pasar en el puerperio, pero también tras una gran decepción, un desamor, el deseo muerto, un legado perdido, un tiempo de inercias… Siempre dentro de los límites de lo racional seguimos a Jodie que encuentra fuerzas en la reaparición de una gran amiga de la infancia, Joy. Hasta ese momento ha estado observando su matrimonio, a sus hijos, intentando mantener el equilibrio y ha recuperado un talismán de juventud guardado junto a otras pertenencias empaquetadas para la que quería su hija y es Orlando ¿cambiará de sexo con este nombre? Con suavidad y fluidez avanza la narradora, sin saberse tan vulnerable y trasmitiendo vulnerabilidad, olvidando la agresividad del entorno, la trampa en la que se ha ido encerrando, fiel a una nueva rutina que le hace sentirse feliz. Sabe ser práctica, muy práctica, aún puede sentirse a gusto con algunas personas. Por el camino transitan la identidad sexual y la moralidad imperante, la ceremonia matrimonial, el pasado como pérdida irrecuperable y dos hijos amados, temidos, cómplices, lastres… Una breve novela de tensión casi gótica en la que el peligro acecha en un apartamento, en el tren, en la estación y se dirige hacia un desenlace fatal. Un miedo al otro tan cercano -miedo que la protagonista percibe también en Joy- y que sabe que llegará a puerto de alguna manera, en algún momento, y que el puerto es ella. Dos mujeres atrapadas y un final de cualquier época. Paradigma de precisión y economía, sin aspavientos ni efectismos. No le sobra nada, ni le falta. Tremenda, estpenda.