Las horas subterráneas de Delphine de Vigan

les heures souterraines

No hay mejor sitio para leer este libro que el metro en hora punta durante un trayecto largo y a ser posible, sedente. Guiados por la narradora, asistimos, durante la madrugada del día 20 de mayo, al confuso despertar de Matilde, en el que lo racional y lo irracional se confunden y parecen ligados, como en su reciente pasado. A la misma hora, las cuatro de la madrugada, Thibault comprende que no tiene sentido continuar con alguien que no lo ama. Ambos abren los ojos a un día que les va a resultar insoportable, pero de muy distinta forma.

      Desde el principio vemos que la vida privada de Thibault, médico a domicilio, invade su espacio laboral que no es otro que el coche y, salteadamente, durante 13 capítulos, lo seguimos en su recorrer los barrios de la ciudad, de atasco en atasco, buscando aparcamiento, atendiendo pacientes de los que, en general, ha aprendido a distanciarse, si bien, no todos los días son iguales y, este 20 de mayo, todo le afecta de otra manera. Él es el contrapunto de Matilda, siempre moviéndose, tomando decisiones, «autónomo» en su trabajo. Por el contrario, la vida laboral es la que ha ocupado el espacio personal y familiar de Matilda. Ella viaja en metro, un largo camino hasta su puesto de trabajo, un puesto que le permitió recomponerse diez años atrás cuando vio truncado su proyecto de futuro. La seguimos por las vías subterráneas, en esas horas de encierro e incomunicación que día tras día avanzan en las ciudades: Sous terre, on trouve deux catégories de voyageurs. Les premiers suivent leur ligne comme si elle était tendue au-dessus du vide, leur trajectoire obéit à des règles précises auxquelles ils ne dérogent jamais. […] On les reconnaît à la vitesse de leur pas, leur façon d’aborder les tournants, et leur regard que rien ne peut accrocher. Les autres traînent, s’arrêtent, se laissant porter, prennent la tangente sans préavis. L’incohérence de leur trajectoire menace l’ensemble. Ils interrompent le flot, déséquilibrent la masse… Y Matilda está agotada, se cuestiona a sí misma y cada cosa que hace, cada paso que da. A través de este personaje, Delphine de Vigan, va recomponiendo el proceso de acoso y derribo de una empleada -por más que sea una empleada ejecutiva- por parte de su jefe y presunto hacedor. Su creador. Al proceso interior de recomposición de los hechos que han conducido a Matilda hasta este día, se une el transcurso de la jornada y, con ello, la historia avanza en dos direcciones: partiendo del ahora vamos sabiendo más del pasado y arrastrándonos rápidamente hacia el final -esta doble evolución es común en ambos personajes, pero más profunda en Matilde-. Las dos únicas voces solidarias dentro de la empresa son de mujer y ambas parten desde posiciones opuestas: Leticia que distingue entre dos tipos de trabajadores, como en los juegos de sus hijos, buenos y malos –Maintenant, elle [Matilda] se demande si, au fond, Leticia n’a pas raison. Si l’entreprise n’est pas le lieu privilégié d’une mise à l’épreuve de la morale** y Patricia Lethu, directora del siempre eficaz departamento de Recursos Humanos, necesariamente al servicio de la parte contratante por posición y estatus. La caída en el pozo se nos presenta irremisible. Comienza con el silencio y va construyéndose con pequeños detalles -formas de mirar o no mirar, olvidos, ausencias, falta de funciones… – y el tirano, el pater omnipotens, no consiente ni el más mínimo atisbo de disensión y quiere sangre, humillación, privada y pública, il veut sa peau***. Mientras Thibault va de un paciente a otro, de soledad en soledad, de fatalidad en fatalidad. Y se cruzan los tiempos, subterráneos, visibles e invisibles. Una serie de personajes se cruzan o apuntalan el entorno de este relato visceral, nervioso, tenso, donde la razón y la emoción están en continua liza, donde una persona acorralada y acobardada sigue y sigue funcionando, por miedo, por vergüenza, por… Quizás como quien me acaba de dar un codazo, me ha movido el libro y ha recibido mi ceñuda mirada.

Delphine de Vigan

*Bajo tierra encontramos dos tipos de viajeros. Los primeros siguen su línea como si estuviera tendida sobre el vacío, su trayectoria obedece a una reglas precisas que no quebrantan jamás. Se los reconoce en la rapidez de su paso, su forma de tomar las curvas y su mirada, a la que nada puede atraer. Los otros deambulan, se paran, dejándose llevar, toman la tangente sin avisar. La incoherencia de su trayectoria amenaza el conjunto. Interrumpen la corriente, desequilibran la masa.

** Ahora [Matilda] se pregunta si, en el fondo, no tiene razón Leticia, si no es la empresa el lugar privilegiado para poner a prueba la moral.

***Quiere su pellejo.

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