Con la misma moneda de Verity Bargate

 

En puridad, el título de la novela debería de traducirse como Toma y daca ya que esta expresión corresponde exactamente al original Tit for tat, yendo en ambas implícito el hecho de que se trata de un intercambio de golpes. Ahora bien, la expresión inglesa, como acertadamente se indica antes de comenzar el libro, juega también con el sentido de tit, vulgarmente, teta. Tanto los golpes como la anatomía femenina desempeñan un papel fundamental en la novela que es una sucesión de reveses -… por tu bien. Porque te quiero…-, un continuo toma y daca que comenzó con la madre de la protagonista y culmina con Sadie (sad: triste; sadist: sádica). Casi una novela de (de)formación.

     Sadie es una mujer que ha crecido sin afecto, ni referentes y sale al mundo con 19 años tras la muerte de su madre casi siempre ausente, Eva, la madre original. Su relato del cuerpo hasta ese momento lo refleja como un lastre -monjas que te hacen vestirte desvistiéndote vestida, una madre distante que considera que ser mujer ya es lo suficientemente repugnante por sí solo, la regla como un castigo por la propia condición femenina…-. Ha de construirse y de reconstruir la visión del amor que arrastra desde la breve y mala convivencia que tuvo con Eva y su padrastro, significativamente llamado Jock, y ha de hacerlo rápido, casi tan rápido como Verity tuvo que escribir y reescribir, por petición del editor, esta corrosiva e incómoda novela, en la que la verdad y la mentira parecen callejones sin salida de la convivencia, donde el equilibrio emocional a través del castigo o la venganza acaba encerrando a las tres protagonistas en una trinidad acorralada, donde el miedo cambia de bando frente a una realidad que en ocasiones está más próxima a la mentira, donde la enfermedad parece la consecuencia lógica, la sororidad el único bálsamo y la falta de comunicación el punto de partida. La carga de profundidad que arrastra en cada página se desarrolla con ligereza, pero es intensa, lacerante.

      Fue su última obra -escribió tres y murió al mes de la publicación de esta-. Es rápida, precisa, descriptiva, por momentos, en sus detalles de convivencia, parece teatro. Se retrotrae lo justo hacia el pasado, como si las cosas importantes se pudieran aprehender sin florituras y así es. Los símbolos recorren estancias y vivencias –vírgenes con niño, las dos sufridas Chris, la amazona-, pero también hay lugar para hospitales, doctores y pacientes, para la Iglesia y su curia, para el sentido del humor -ácido, sin duda, e inteligente- y para el amor, eso sí, como pretexto que no siempre vale.

      Otra estupenda y tremenda novela de Verity Bargate: parece mentira que Verity sea su nombre real, pues no podría ser más apropiado para la autora de esta descarnada obra, tan al límite como su No, mamá, no. Ya solo falta una por traducir. Esperémosla.

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