Los golpes de Jean Meckert

 

Jean Meckert, más conocido como Jean Amila, nació en 1910 y de pequeño, debido al abandono del padre y el desequilibrio de la madre, estuvo en un orfelinato hasta los 13, edad en la que, tras acabar los estudios primarios, empezó a trabajar en un garaje, ejerciendo después diversos empleos -incluidos dos años en el ejército- hasta 1941, fecha de publicación de Los golpes, novela terminada 5 años antes. Si Los golpes fue un gran éxito, no ocurrió igual con sus siguientes obras. Su literatura, dura, crudamente realista y estilísticamente desnuda, construida con un lenguaje cotidiano y, con frecuencia, vulgar, su pluma apuntando siempre al burgués acomodado y al aspirante a burgués desde el punto de vista de un escritor que fue obrero y es anarquista,Je suis un ouvrier qui a mal tourné*, decía en una entrevista con treinta años-, su mirada oscura hacia la sociedad donde el gris vira contundentemente al negro hicieron que sus obras no obtuvieran el reconocimiento merecido. Apoyado por amigos escritores comenzó a publicar con pseudónimo, pero fue escribiendo para la serie negra de Marcel Duhamel -donde Boris Vian publicó como Vernon Sullivan-, con el nombre de John Amila primero y Jean Amila después, como triunfó y consiguió una estabilidad.

     Si para el Roquentin de La náusea (1938) a través de las palabras se desvirtúa el verdadero (sin)sentido de las cosas para evitar caer en el vacío o para el Meursault de El extranjero (1942) la realidad es algo ajeno y absurdo basado en una moral arbitraria, a Félix, de Los golpes (1941), es la palabra lo que le falta, la capacidad de elaborar un discurso que contenga sus ideas o al revés: J’avais bien des idées qui barattaient à l’intérieur, des idées à moi, pas si bêtes, intraduisibles et pas sortables**. A Félix le faltan las palabras y sólo percibe el vacío en los demás. … Être loin de ces miteux qui ne soufflaient que du vide. Vide! Vide partout! Des vertiges complets, on se sentait dissoudre, s’éparpiller, en vrai cerveau détonant, au-dessus de ces plat-ventres***. Sus orígenes son muy similares a los del autor, se van conociendo a lo largo de esta confesión -un relato en primera persona donde Félix pugna por reproducir su intento de incorporación a la normalidad-, el contacto con la naturaleza suaviza su ira, el sol, el calor -francés, no argelino- lo motivan y es en un grato día de calor cuando decide reincorporarse al rebaño de la vida regular, con trabajo, casa y, a ser posible, mujer (si es dura de carnes, como sabremos a lo largo de su historia, mejor). Para este nuevo modo de vida se fija en una compañera de trabajo administrativa, con ella y a través de ella alcanza a conocer la pequeña burguesía pseudointelectual, pseudorica, que se caracteriza por una verborrea apabullante y una total ignorancia de sus posibilidades realesJe me conseillais de laisser tomber tout ça, de ne pas penser au-dessus de ma condition,,,****– y acaba desembocando en una historia de frustración, una sórdida historia que parece no tener fin. … moi, Félix, j’étais bien devenu le manoeuvre qui se saoule et qui bat sa femme*****. No es, como sus coetáneas, una novela que desde dentro mire hacia fuera para encontrar el absurdo, está escrita desde dentro y, por lo tanto, desde el absurdo que en este caso toma la forma de la incapacidad para comunicar y la ira hija de esta frustración unidas a la necesidad de control y de posesión basada en una concepción inmadura y machista del amor que recae sobre el último eslabón de la cadena -ella, la mujer, desclasada y deshumanizada: Je l’avais bien eue au marché d’occasions, ma femme, en seconde main******-. Un absurdo, este último, una violencia, que continúa, los otros, que quizá se contengan en el sartriano el infierno son los otros, se ve o no se ve. Aquí Felix los siente como tal, y se rebela, pero conforme a las pautas aprendidas. ¿Cuándo conseguiremos erradicarlas? ¿Cuándo?

      Una excelente, inclemente (aunque a veces se respire, un poco…) y necesaria novela a descubrir y a destripar. Hay una traducción reciente de la editorial Las afueras a la que, lamentablemente, no he podido echar una ojeada (los libros duran en las librerías un suspiro y este debería ser un libro de fondo ya), porque la traducción, no me cabe duda de que no ha de haber sido trabajo fácil.

*Soy un obrero que se ha echado a perder. 

**Tenía un montón de ideas bullendo en mi interior, ideas mías, no tan tontas, intraducibles, impresentables.

***Estar lejos de estos miserables que sólo rezumaban vacío. ¡Vacío! ¡Vacío por todas partes! Todos los vértigos, te sentías desvanecer, te desparramabas, un auténtico cerebro explosivo sobre esos arrastrados.

****Me aconsejaba a mí mismo pasar de todo aquello, no pensar por encima de mi condición.

*****Yo, Félix, me había convertido en el obrero que se emborracha y pega a su mujer.

****** A fin de cuentas la había conseguido en los saldos, a mi mujer, de segunda mano.

     

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