Silas Marner de George Eliot

 

Comienza George Eliot a escribir novela tarde, con casi cuarenta años, puesto que la consideraba algo menor respecto a la poesía, la filosofía y tantos otros saberes sobre los que se versó esta mujer, de nombre de pila Mary Ann Evans, quien se enfrentó a los prejuicios de la sociedad de su tiempo y de sus hermanos, viviendo primero con un hombre casado y casándose, tras la muerte de este, con otro bastante más joven que ella. Como Silas Marner, el hilandero solitario que da nombre a su tercera novela, conoció una forma de aislamiento social que, no obstante, no le impidió recibir y conocer a principales figuras intelectuales de su tiempo que supieron valorarla -además del público-.

     La obra, publicada en 1861, alude a un pasado remoto -finales del XVIII- en un tono entre legendario y reflexivo, salpicado de una suave ironía, no siempre alejada del escepticismo, a la que, de una manera u otra se verán sometidos todos los participantes de esta particular fábula sin moraleja, pero con conclusión. La autora maneja tres tiempos y, sin ser en absoluto novela de intriga, consigue alentar el interés con su hábil y sutil forma de manejar la información, retrotrayéndose primero hacia atrás para situarnos, a continuación, en la vía de lo que sabemos será un día decisivo y, una vez alcanzado el acontecimiento, anticipándonos un pequeño detalle relativo al futuro. Que Silas sea un tejedor en tiempos en los que la industria textil británica comenzaba a despuntar, no creo que sea una elección banal, como tampoco lo es que su llegada al rural inglés se deba a una huida motivada por un concepto puritano de la religión, tema muy presente tanto en la novela, como en la vida de George Eliot y qué decir del Reino Unido. En su arranque nos describe el miedo del campesino a lo diferente, al intruso que pasa o que llega –para su mentalidad estacionaria, el vagar era un concepto tan inexplicable como la vida invernal de las golondrinas que vuelven con la primavera- y después nos introduce a la nobleza del lugar a la que Eliot presenta como una clase caduca e inútil, centrándose, principalmente, en los hermanos Cass, los hijos del principal hacendado del lugar, Raveloe, a uno de los cuales, a Godfrey, el menos malvado, el más escurridizo, las impresiones que había recogido acerca del sentir de la clase obrera le inclinaban a creer que el cariño es incompatible con las manos toscas y la falta de medios. Ellos, con Silas, conforman un triángulo unido por una cadena de hechos y sus diferentes reacciones ante la adversidad, todas ellas equivocadas en su momento, y es en este devenir tras la propia decisión donde giran prosa y pensamiento de esta novela. La historia sirve de escenario de fondo a la aceptación del propio destino desde una perspectiva religiosa o, por lo menos, moral. Las conversaciones de Silas con Dolly, ilustre mujer piadosa, buena y aparentemente simple, son francamente regocijantes en su deseo de profundidad, mezclado con ignorancia y una forma de expresarse sumamente peculiar. Los personajes femeninos afrontan los hechos dentro de sus posibilidades que son, en buena lógica, muy limitadas, y no se saben víctimas de nada, sin embargo voces de reconocimiento de las limitaciones en la realidad de la mujer afloran en Priscilla. la soltera oficial, hermana de la guapa. Porque limpiando muebles, una vez que puedes mirarte la cara en una mesa, ya no puedes hacer nada más. Y las reflexiones de la voz omnisciente que dirige la historia nos informan, respecto a la rígida moral de Nancy -la hermana paradigmática en belleza y saber estar-, de que su autocrítica excesiva es inevitable en personas de mucha sensibilidad moral, cuya vida no se desarrolla en un ambiente de actividad ni se entrega a los goces de los afectos naturales.

     Una obra falsamente sencilla, repleta de humor, con mucha punta para sacar. Siempre es una alegría que exista la novela del XIX cuando satura tanto siglo XXI con sus cuarenta caracteres -o los que sean-. Y da un gusto enorme saber que queda más George Eliot por leer o por releer. No dejen pasar a esta autora ni olviden ponerla en su contexto.

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