Mahmud Darwish (1941-2008) es el gran poeta palestino y lo es, no solo por su inevitable apoyo a una causa que no termina, sino por su empeño en la poesía, por su perseverancia en la evolución de un mundo propio e innovador aparentemente incompatible con una vida de destierro y conflicto. Exiliado a los cinco años de su aldea natal, desaparecida del mapa por obra y gracia del ejército israelí en 1948, tras distintas moradas provisionales que incluyeron estancias legales e ilegales en su tierra, vivió diez años en Beirut, hasta que el gobierno libanés, a instancias de Israel -instancias que supusieron coches bombas, bombardeos regulares durante siete días por mar, por aire, etc.- los expulsó de su territorio en 1982 y no de vuelta a la Tierra Prometida -como tal ve Palestina Darwish en su obra-. Es en este contexto donde se sitúa Memoria para el olvido, mezcla de memoria, reflexión y poesía necesaria.
Memoria para el olvido. Tiempo: Beirut. Lugar: un día de agosto de 1982. Y no me he equivocado. Como tal viene indicado en la primera página. Comienza en el entresueño del despertar a un día más de hostigamiento y finaliza con la duermevela del final de la jornada y el mar. La palabra “mar”, en árabe, significa tanto el “mar” como “metro” poético. El autor se sitúa en un territorio sitiado y bombardeado, pero para él, para ellos, Líbano, Beirut, comenzó mucho antes, con partidas, con regresos, y ha llegado el momento de marchar, mas ¿cómo?, ¿cuándo?, ¿dónde? La narración como necesidad en un momento impropio para la literatura que … se adorna con su halo de santidad y se apropia de la dicha de los sueños. El deseo de silencio -proyectiles, bombas de vacío, misiles…- para emerger a la vida frente al azul de cielo y mar y no frente al gris del plomo. El mar yace repleto de disparos errados. El mar altera su naturaleza, se metaliza. La búsqueda de un lugar que puede provenir del café, con el café un cigarro y el periódico. El café es geografía. […] El café no debe beberse con prisas. El café es hermano del tiempo. El agua -no el mar-. Sin agua no hay café, no hay nada, ni vida. Qué alegría cuando Israel devuelve el agua -aunque no para todos-. Y después salir, porque es mejor salir. No quiero morir bajo los escombros. Quiero morir en plena calle. La libertad narrativa del Poeta que fue, que era, atempera el cerco real de Mahmud Darwish. Acompañan sus pasos compañeros de lucha, historias míticas y trágicas, la realidad política y la decepción, la parálisis dolorosa, el movimiento cautivo e imponderable, el amor y el desamor -… el amor no es un derecho-. La libertad formal le permite narrar, teatralizar, versificar, reflexionar, parafrasear, citar -y no brevemente-, autocitarse, todo con un aliento lírico brillante y conmovedor -no confundir con lacrimógeno-. Se irán, sí, se fueron, no paran de irse.
-Nos llevaremos el aroma del café, el polvo que cubre la albahaca, la obsesión de la tinta. -No quería herirte. -Nos llevaremos los recuerdos más leves, los títulos de una epopeya, los principios de las plegarias… -No quería herirte.
Una obra magnífica. Su poesía es un placer hermoso, triste, turbador, rabioso, lúcido… Este breve diario de un día de guerra, también.