Aunque Mercedes Abad cuenta en su haber con un par de novelas, Sangre del año 2000 (esto suena apocalíptico) y El vecino de arriba de 2007, retomó el relato corto en sus dos obras posteriores, las estupendas y juguetonas Media docena de robos y un par de mentiras y La niña gorda. A continuación una petite nouvelle -valga la redundancia- exquisitamente ilustrada por su iluminador de cabecera y ahora, de nuevo, otra no tan petite nouvelle editada por Tusquets. Diríase que con su tono, aparentemente ligero, vaya alternando bromas y veras en sus textos. A Abad le gusta scherzare, dejando un poso de realidades que tal vez no sean tanto. O sí. Como informa su breve biografía de portada, ella da clases en la prestigiosa Escuela de escritura del Ateneu de Barcelona y de esta experiencia se vale para replantear -ya lo hace en Media docena de robos… y La niña gorda– las fuentes de quienes escriben, la legitimidad de beber de las fuentes ajenas, los deseos de figurar frente a los lectores o, a veces, frente a quienes esperan de ti algo relevante o, también de quienes no esperan nada. Para ello, además de la voz narradora del profesor o profesora de escritura -el sexo nunca nos es revelado, las relaciones emocionales no distinguen entre uno y otro- despliega una serie de personalidades que se acercan a los talleres de escritura movidas por variados motivos, que van desde quien pretende dar clases cuando va a recibirlas, quien siente pasión por la literatura, quien se quiere reafirmar frente a su entorno próximo, etc. Lo hace con agilidad y desparpajo, pero también valentía. Es difícil hablar sin desvelar la trama y no desvelarla, para mí como lectora, juega siempre a favor de quien lee pues le permite descubrir, con su propia mirada, los vericuetos del relato.
No es Mercedes Abad amiga del relato prolijo en el sentido de «largo y dilatado», aunque sí en el de «cuidadoso y esmerado». A su obra no le sobra nada, tampoco le falta: no siempre hay que explayarse. Resulta redondo, original. No urga en las profundidades del alma, pero las sobrevuela, interroga, como quien no quiere la cosa, sobre las motivaciones propias, a través de una galeria de personajes que puedes conocer en cualquier parte, diversos, medianamente formados, con aspiraciones, a veces secretas, otras ostentosas (cómo me gustaría poner «ostentorias) o, incluso desconocidas.
Léanla y descubran por Vds. mismos. Vale la pena.