Transición es la novela gallega que ganó el XVI Premio Vicente Risco. A pesar de ello ha habido problemas con su edición, problemas afortunadamente solventados, pero que no dejan de poner en solfa el modelo editorial que arrastramos y que se resiste a adaptarse a los nuevos tiempos. Mas eso es otro cantar del que la salvó Urco Editora.
En determinado momento de Transición se pregunta el narrador por el precio del silencio. Sin entrar en poesías inquiere:
El silencio no pesa, así que, ¿cuánto cuesta un quilo de silencio?
El silencio no ocupa, así que, ¿cuánto cuesta un ferrado* de silencio?
Pero el silencio sí dura, así que, ¿cuánto cuesta un año de silencio?
Transición, la nuestra, la modélica y exportable santa transición española. ¿Aún la quiere alguien? Ella es el telón de fondo -uno, hay otro que, en buena lógica, viene de antes- y también el motor que impulsará el futuro de nuestro cronista, alguien que por azar y por hablar gallego -esto sí que es inusitado dado lo maltratada que ha sido y sigue siendo esta preciosa e histórica lengua- consigue ascender de los sótanos del renombrado periódico donde trabaja a hacer un reportaje que podría cambiar sus perspectivas de futuro laboral -o sea, casi todo-. ¿Es una novela negra? Negrísima. ¿Una novela gótica? Demonios hay, unos cuantos; niebla, para parar el tráfico hasta en la carretera general; el reportero, un halo de romántico tiene entre Esmeralda y Lorena. ¿Una novela política? El marco histórico es amplio, pero los poderes permanecen difusos. Y actuantes. Quien quiera puede sentirlos. ¿Un falso reportaje que mezcla verdad y ficción? Desgraciadamente muchas veces la realidad supera a la ficción, si bien esta es dura y correosa, llevada con soltura e ironía, sin ningún tipo de complejos ni pelos en la lengua. Se ve que le gusta el cine y se sirve de él para contextualizar momentos precisos de nuestra historia -nada lejana, por cierto- o para establecer símiles, y que se permite licencias a la hora de enjuiciar lo que le apetece, aunque sin excederse. Se nota que el autor, a pesar de lo duro de la trama, ha disfrutado escribiéndola y eso se transmite. Son seis días en una investigación al principio algo morosa, el innominado periodista busca no sabe muy bien qué y se explaya por el camino hasta que llega el meollo del asunto que ha de reportar con celeridad a las altas esferas del gran diario de tirada nacional. No ahorra realismo en los peores estertores -entiéndanse en sentido real y figurado- ni en los crímenes atroces. Y como dueños del relato, los señores de la prensa. Esa que no quiere adaptarnos a los nuevos tiempos y sigue informando de aquello que poderes económicos o fácticos consideran que podemos o debemos saber. Desinformando. ¿A cómo irá el quilo de silencio en los medios de comunicación?
Vale la pena leerla. Ya lo creo. Muy bienvenido este nuevo autor.
Y lo que más lamento es no hacer esta reseña en gallego -eterna asignatura pendiente- dadas mis pobres habilidades para expresarme en él. Podería facelo pero aínda o faría peor.
* En Galicia un ferrado es una medida de superficie que varía dependiendo del lugar.