Frankenstein en Bagdad de Ahmed Saawadi

Ahmed Saadawi es un novelista y poeta iraquí nacido en 1973 que permanece en Bagdad y allí escribe. Esto de por sí ya supone un mérito importante en una ciudad cuyos habitantes son víctimas palmarias de intereses espurios que no vamos a considerar ahora. Esta novela fue publicada en 2013 y ha sido estupendamente traducida este año para Libros del Asteroide en una impecable edición -indudablemente corregida, algo que parece que está pasado de moda-. La componen 19 capítulos, divido cada uno de ellos en 5 partes. Fragmentos mayores o menores, como fragmentos son los que componen a Frankenstein. Los cinco primeros nos presentan a los protagonistas, La loca, El mentiroso, el Alma errante, El periodista y El cadáver y al tiempo va naciendo la trama, la descabellada y simbólica trama que Saadawi no cierra, como no se cierran los conflictos en Iraq y aledaños.

Una heterodoxa alegoría en la que la violencia del contexto no supone la bonanza de nadie. La metáfora se cuela en cada página, se transforma, evoluciona, cambia o regresa y no solo se forma entorno a la criatura de Mary Shelley. Frankenstein como una creación capaz de ejercer la justicia. Alguien que tuvo un nombre y que, al evolucionar, se convierte en aquello que cada cual quiere ver. Daniel, el como se llame, el que no tiene nombre, el sinnombre. Poeta, salvador, líder. santón… creado para resarcir a las víctimas, el juez en la sombra. O una bestia terrorífica programada por el imperio estadounidense. O el hijo perdido de una anciana devota de San Jorge. O el homenaje al amigo desmembrado y muerto. O nuestra propia sombra. La oscuridad interior es la más negra oscuridad. Todos somos ese malvado monstruo que nos amenaza. La guerra dentro de la guerra, dentro de la guerra y así ad infinitum. Es una novela rica, profusa, amargamente divertida, necesariamente abierta y antidoctrinal, excéptica, brutal o lírica por momentos, rabiosamente actual y, no obstante, atemporal, con una amplia panoplia de personajes más o menos inocentes o más o menos culpables. Porque en un escenario con tantos figurantes involuntarios, pero necesarios, en el que lo que reina es el caos, No hay inocentes ni asesinos puros.

Una magnífica lectura de una realidad que más que satírica está deviniendo sádica.

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